Sunday, October 10, 2004

Cayeron algunas gotas

Anger, he smiles
Towering in shiny metallic purple armour
Queen Jealousy Envy waits behind him
Her fiery green gown sneers at the grassy ground

Blue are the life-giving waters taken for granted
They quietly understand
Once happy turquoise armies lay opposite ready
But wonder why the fight is on

[...]

My red is so confident that he flashes trophies of war
And ribbons of euphoria
Orange is young, full of daring
But very unsteady for the first go 'round

My yellow in this case is not so mellow
In fact I'm trying to say it's frigthened like me
And all these emotions of mine keep holding me from
Giving my life to a rainbow like you
Tantas cosas me pasaron por la cabeza ayer viernes a la noche...
El dolor físico de ese 26 de mayo y los días que siguieron...
El otro dolor, el del 10 de noviembre, más el de los días posteriores y el de todos los días que vendrán...
Acompañado por el dolor del 7 de abril que ahora tal vez se apacigüe, a pesar de que nunca del todo...
Además, el dolor de aquel lejano 5 de diciembre, para el cual no tengo palabras...
Y el dolor de ese otro 11 de mayo, que era inevitable, lo sé...
Por otro lado, el dolor de ser mi principal adversario...
Se agregaba el remolino mental de estos momentos de decisiones jodidas, en el que tengo que ver si priorizo mi seguridad (sobre todo la material) o mi por momentos dudosa vocación...
Pero es curioso, también el 6 de octubre, adornado con huevos y polenta y peladas y champagne...
Y otros momentos felices que, no entiendo por qué, trajeron melancolía y ayudaron a los anteriores a llover.
Así fue esa hora y media sentado en mi banco extra large del living, cabeza para atrás contra la pared, un vaso de agua en la mesa, alma escurriéndose.
Cosas. Las digo ahora, en el orden de arriba, y las digo rápido. Intentaré no borrar lo que sigue, pero lo veo muy difícil, casi inevitable. Y lo más probable es que no lo repita, nunca más. No me mencionen algo de esto como si nada, es un paso temerario para mí publicarlo así. Si estamos solos, únicamente, y en oportunidad, toquen los temas muy suavemente:
Mi columna y mi pierna, los cuatro médicos diferentes, el hospital público, los pronósticos sombríos, y mi sufrimiento en carne viva, sin flaquear, siempre apretando los dientes y dándole para adelante...
Mi abuelo pálido, frío, en su cama; sollozos sobre él, dolor en el aire y en el fuego, una pareja que duró décadas, ahora al 50%; una abuela sin consuelo (aún hoy), y yo sentado en su sillón de siempre sin entender nada de nada...
Mi gatita convalesciente, mi corazón astillado, su incapacidad para saltar, su malestar, y el veterinario con sus ecografías y su nefasto diagnóstico, y su lengüita afuera, y su llanto, y de repente su ausencia, y hoy su fantasma cada vez que salgo a ese balcón o miro hacia esa puerta...
Mi mejor amigo en el pavimento, su cara desfigurada, el colectivo yéndose en huída, el cementerio como tormento preponderante de mi vida durante los últimos años de primaria, mi infancia marcada, un vacío irremediable, el status no reservado sino retirado para siempre, y una adopción con homenaje que incluso en 2004 hace que me tiemble la voz...
Mi ruptura después de casi cuatro años, un adiós demasiado largo, una situación sin probabilidades de remiendos, mil momentos felices dejados atrás y la imposibilidad de repetirlos por mi desamor...
Una secretaria que supo moverme el piso y despertar en mí esa simpatía a lo Hernán, su sonrisa, su voz tan dulce, su pasión por el zodíaco, nuestras charlas de café sobre el destino, y mi estupidez o cobardía o timidez de no invitarla a salir cuando era el momento; una antigua compañera, sus tretas para hacerme acordar una noche, en casi dos horas de conversación, que me volvía loco, su simpatía desinteresada y despreocupada, su forma de molestarme diciéndome "bebé", y (claro) mi estupidez o cobardía o timidez de no levantar el tubo y ubicarla de esa forma que ella sabe que puedo; y alguna(s) otra(s) jovencita(s) y de nuevo, mi estupidez o cobardía o timidez de no tirar para lo que me hace bien...
Mi nueva chance de jugarme, de arriesgarme ahora que mi vida apenas comienza, a pesar de que no quiera asumirlo, de dejar todo y arrancar de cero para ir más lejos, mi estado de ánimo alteradísimo, el exceso de tensión por las mañanas, la opción de pisar cabezas que no tomé, mis valores por sobre los de quien quería imponerme los suyos, mi notoria superioridad e inferioridad a la vez, dependiendo de los ojos a través de los que se mire --hoy me decidí y sí, pero hoy ya sé que no, aunque hoy ya estoy seguro de que sí, sin embargo hoy llegué a la conclusión de que no...
Mi amigo cercano (que vino de lejos) dejando de ser estudiante, su familia emocionada, los abrazos que cortaban la respiración, el objetivo alcanzado, el título como realidad palpable, la sensación de final del camino, la nostalgia del tramo por venir, la mugre alimentaria del egreso, la agresión a su pelo desde el minuto cero, el brindis con palabras y reconocimientos inesperados, el cariño por quien se lo merece en el resultado final, mi vista empañada durante horas por tener presente ese comienzo de carrera y de amistad, y una caminata a casa bien reveladora...
Mi familia, mis salidas, mis borracheras, cariño incondicional y a tiempo, mi amiga alejada, mi amiga cerca y mi amiga virtual, nuevos integrantes del núcleo básico, la música, mi pasión por mi par sanguíneo adolescente, la independencia, la dependencia en voz baja, las reincidencias, nada que perder, aquello que es más que la suma de sus partes, reencuentros. Y lo que ya está en la puerta, 24 breves octubres.
Tengo fechas marcadas con fibra de tinta permanente, no me había percatado. Enfatizo: el calendario es una maldición sobre el ser humano.
H.