Wednesday, November 10, 2004

Arena siempre corriendo

When you're talking to yourself
And nobody's home
You can fool yourself
You came in this world alone
(Alone)

[...]

Young at heart and it gets so hard to wait
When no one I know can seem to help me now
Old at heart but I mustn't hesitate
If I'm to find my way out

Still talking to myself and nobody's home
(Alone)

[...]

'Cause I see the storm getting closer
And the waves they get so high
Seems everything we've ever known's here
Why must it drift away and die
Minutos atrás me dediqué a pasar más de media hora en la ducha. Hace tiempo que no sentía esa necesidad, quedarme abajo de la lluvia tratando de relajarme, de que lo que molesta se lave, como si fuera mugre, como si estuviera afuera. Incluso sabiendo que ningún jabón puede lograrlo; es muy ingenuo pensar que cosas así se pueden disolver con algo tan simple como el agua.
Un día como hoy hace un año era lunes. Había sol, nada que ver con el tiempo repugnante que tuvo esta puta ciudad esta vez. Pero no estaba en una plaza o al aire libre. Un día como hoy hace un año estaba en el funeral de quien en vida fuera mi abuelo, sobre quien ya escribí antes. También de aquel día tuve cosas que decir.
Ayer pensaba que no debería odiar tanto al calendario; que después de todo, hoy no es más que una fecha, y no voy a extrañarlo más o menos porque hayan pasado 365 días o dos décadas. Pensaba y me convencía. Como de costumbre, la convicción que tanto me costó me duró muy poco. Sí, solamente es un número, una unidad de medida (tiempo), juro que lo entiendo... pero me pegó igual, no lo pude evitar.
Y no sabía si llamar a mi abuela (su esposa), o a mis tías o a mi viejo (sus hijos). ¿Para decir qué? ¿"Lo lamento"? Eso se usa tanto, y no me agrada. ¿Decirles cuánto mal me hace saber que ya no está, ni para ellos ni para mí? ¿Y lograr qué? Traer más tristeza, creo. Así y todo estoy inquieto, ergo mi blog recibe otro post con tintes de bajón.
Cambiando de tema (mi especialidad: la evasión), decía -hace un par de semanas- que dudaba de mis agallas, y que seguramente no iba a animarme. Pasó de esa manera, y para mal, con noche de penas ahogadas en alcohol y todo. El sábado posterior, resaca mediante, sirvió para meditar (a la fuerza).
Tanto que el viernes siguiente le dí una vuelta de tuerca a mi tan previsible historia. El resultado, que hasta ahora me tiene satisfecho, es una cita al cine para este viernes a la noche. Trato de no pensar en ellas (la citada y la noche), y dejar que las cosas se den con la mayor naturalidad posible. Cuanto más planes se me ocurran, más posibilidades hay de que se frustren. Mi intención entonces es lograr que, si no hay detalles muy definidos, toda sorpresa sea bienvenida.
Por otro lado, tengo mucho guardado y es muy fácil que deposite más esperanzas de las que debería en un evento así. Eso hace alta la probabilidad de que si no resulta, al final sea todo más negativo que placentero. No voy a inflar tanto este asunto, o por lo menos hasta que lo haya vivido.
Ah, mi psicólogo tiene a estudio tres impresiones de este blog, correspondientes a tres días que yo elegí para ayudar con mi terapia. Si no vuelvo a escribir es porque me dejó internado, chaleco de fuerza y papilla, todo incluido en la estadía.
H.